Batalla de Sierra Lumi

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redactor: Víctor Alvarado

La victoriosa emboscada de Sierra Lumi o Batalla de Comas, como la llaman algunos historiadores por tratarse de un desfiladero cercano al pueblo de Comas (Huancayo), tuvo lugar el dos de marzo de 1882, a cargo de una columna guerrillera jefaturada por el contador Ambrosio Salazar, nombrado luego por el general Andrés Avelino Cáceres como comandante, en reconocimiento de su talento militar demostrado en el campo de batalla.

El éxito de la operación militar fue en la práctica una graduación de los combatientes, porque de allí en adelante serían los principales animadores de las siguientes confrontaciones, como el asalto a Concepción (09 julio 1882), donde las huestes de Salazar definieron a su favor la operación militar, gracias a que Salazar insistió en ejecutarla, porque el jefe de la misma, el coronel Juan Gastó, planteó en el consejo de guerra no realizarla. En la votación, se impuso Salazar.

Ambrosio Salazar, con las partidas de guerrilleros que lo reconocían como su líder, estuvo también en Huamachuco, donde se batieron con denuedo y la mayoría de ellos se inmolaron en la confrontación contra los invasores. La batalla de Huamachuco, como lo registra la historia, se perdió por la traición de los generales piérolistas, que teniendo mando de tropa y armas se las negaron a Cáceres.

Las acciones contra las columnas invasores en adelante estuvieron a la orden del día no solo en Sierralumi, también en Huaripampa, Chupaca, Huancani, Llocllapampa, Sicaya, Pazos, Acostambo, Ñahuimpuquio, Tarmatambo, San Juan de la Cruz, Pucará, Marcavalle y Concepción, entre otras, que se ejecutaron en el marco de la contraofensiva lanzada por el «Tayta» Cáceres para expulsar de la región central a la segunda expedición chilena al mando del coronel Estanislao del Canto.

Los invasores

Los pobladores de Comas, antes de la emboscada, más precisamente a fines de febrero, recibieron en su pueblo al escuadrón invasor «Carabineros de Yungay», jefaturado por el capitán chileno Fernando Germaín y el teniente, de la misma nacionalidad, Idelfonso Alamos, quienes se dirigían a la hacienda Runatullo a hacer una confiscación de ganado y víveres destinada a la guarnición chilena estacionada en Concepción.

Germaín reunió a las autoridades de Comas y les ordenó que cuando él y su tropa estuvieron de retorno de Runatullo les tuvieran listo el pago de un fuerte cupo de guerra, alimentos y hospedaje, y les entreguen a sus hijas jóvenes para llevárselas como concubinas, bajo la amenaza, en caso de incumplimiento, de que el pueblo sería incendiado y reducido a escombros.

Los dirigentes de los campesinos, entre ellos Jerónimo Huaylinos, que sería un guerrillero destacado, no estaban dispuestos a pagar cupo alguno, ni permitir la destrucción de su pueblo y menos entregar sus hijas a los invasores y lo primero que hicieron fue buscar a Ambrosio Salazar, vecino de la comunidad, del que sabía que era miembro del Ejército del Centro organizado por Cáceres, para que los asesore en la resistencia contra la columna de invasores.

Salazar como primera acción decide explorar el terreno de tránsito de los invasores y su genio militar innato le revela que el mejor lugar para atacarlos era en el desfiladero de Sierra Lumi, localizado en las inmediaciones del pueblo de Comas, a 10 leguas al noreste del pueblo de Concepción, donde Salazar reeditaría su genio militar al tomar, a sangre y fuego, la iglesia donde se habían parapetado los 76 invasores y los exterminó a todos, sin excepción.

Estrategia

Salazar, entendió que no era posible una confrontación abierta y directa porque su improvisada tropa solo tenía como armas rejones, hondas, galgas y algunas carabinas, en número insuficiente para presentar combate y vio que el mejor lugar para atacarlos era en un desfiladero de un kilómetro de extensión, desde cuya altura tenían todas las posibilidades de batirlos con lluvias de piedras y galgas (piedras gigantes).

Salazar, era natural de Quichuay, anexo del distrito de Concepción, entonces tenía 25 años, pertenecía a una familia campesina de situación próspera. Sin pérdida de tiempo, dispuso como primera medida el envío de chasquis para hacerle seguimiento a la columna enemiga y saber paso a paso sobre su desplazamiento.

De esta manera, Salazar y su improvisado estado mayor conocieron que la columna invasora había ingresado a la hacienda RunatulIo y regresaba con un botín de ganado vacuno y caballar, luego de lo cual esperaron a los invasores, situando un grupo armado en una posición frente al desfiladero de Sierralumi, que está pegado a un farallón empinado.

En esta posición cavaron una trinchera y posicionaron allí una docena de fusileros, al mando del guerrillero Manuel Ccaya, premunidos de armas de caza de los comasinos y de otras entregadas por el Ejército del Centro.

En efecto, el dos de marzo de 1882, se produjo el retorno de los«Carabineros de Yungay» procedentes de la hacienda Runatullo, con un botín consistente en 800 reses y 100 caballos de la hacienda, 35 caballos chilenos en los que montaban los invasores, 50 arrobas de mantequilla y otras tantas carabinas Winchester, además de provisiones y dinero recolectado a la fuerza.

El ataque

Posesionados de las alturas, los guerrilleros esperaron que la columna de carabineros estuvieran en el tramo elegido y cuando esto se produjo, el comandante Salazar, quién dominaba la visión de la pendiente, ordenó el arrojo de enormes piedra o galgas, al mismo tiempo que desde las trincheras cavadas los hicieron el centro del fuego de sus contados fusiles e impacto de sus hondas.

La fuerza de carabineros invasores, cogidos de sorpresa, perdió el control de la situación. Los invasores solo atinaron a huir desordenadamente, abandonaron a sus caídos, las provisiones, la mayoría de caballos, sus sables y carabinas winchester, que inmediatamente fueron tomadas por los guerrilleros.

Entre las bajas de los invasores, se contó el jefe de la columna, el capitán chileno Fernando Germaín, junto con otros 34 invasores, de un total de 40. Solo consiguieron escapar cinco y el guía, el italiano Luis Loero, conocedor de la zona y que fungía de comerciante en Concepción.

El pelotón de jinetes exterminado pertenecía al Regimiento«Carabineros de Yungay», cuerpo élite de la caballería invasora, era el mismo que se encontraba a bordo del transporte chileno Rímac, que fue capturado por Miguel Grau durante la campaña marítima de 1879.

Por la meritoria victoria militar en Sierralumi, Ambrosio Salazar fue nombrado por Cáceres como «Comandante Militar de la plaza de Comas», y le correspondió, entre otras honrosas tareas, organizar las guerrillas que participaron en el victorioso asalto de Concepción.

Invasor Lynch muerde el polvo de la derrota

El jefe de la ocupación, Patricio Lynch, decidió escarmentar a los guerrilleros comasinos y lanzó una expedición punitiva contra Comas, con la consigna de destruirlo y borrarlo del mapa, pero luego se dio cuenta que allí ya se había generado una resistencia de proporciones y pidió la rendición de los comasinos a través del alcalde de Concepción, que se había sometido a los invasores.

Lynch pidió la entrega del cadáver del capitán Germaín, la devolución los caballos chilenos y las carabinas de los invasores eliminados.

Los comasinos, en asamblea general, bajo el liderazgo de Ambrosio Salazar y Jerónimo Huaylinos rechazaron el ultimátum. Lynch no se atrevió a ingresar a Sierra Lumi en busca de los comasinos y tuvo que renunciar a sus propósitos.

Los comasinos no solo tenían que enfrentarse a los invasores, sino también a las fuerzas de los colaboracionistas, entre los que destacaron los hacendados Luis Milón Duarte, Norberto y Manuel Encarnación Vento, los mimos de Sángrar y Manuel Valladares, propietario de Runatullo.

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